Cómo cambia el cerebro al envejecer (y por qué no todo es negativo)

Envejecer es inevitable, pero lo que sucede en nuestro cerebro a medida que cumplimos años no siempre es motivo de preocupación. La ciencia desmiente mitos y destaca fortalezas que solo llegan con el paso del tiempo

A menudo, se asocia el envejecimiento con una inevitable pérdida de capacidades mentales. Olvidos ocasionales, mayor lentitud al pensar o dificultad para aprender cosas nuevas se interpretan como señales de un declive imparable. Sin embargo, las investigaciones en neurociencia ofrecen una perspectiva más matizada y, en muchos casos, positiva.

Es cierto que algunas funciones cognitivas tienden a disminuir con la edad, como la memoria episódica o la velocidad de procesamiento. Pero otras, como el vocabulario, la comprensión lectora, la empatía o la toma de decisiones basadas en la experiencia, suelen mejorar o mantenerse estables.

El cerebro, incluso en edades avanzadas, conserva una notable capacidad de adaptación gracias a la neuroplasticidad. Esta propiedad le permite reorganizar sus conexiones neuronales en respuesta a nuevas experiencias, aprendizajes o entrenamientos cognitivos. Estudios recientes muestran que personas mayores activas intelectualmente pueden mantener funciones mentales comparables a las de personas más jóvenes.

Además, se ha comprobado que el envejecimiento no afecta a todas las regiones del cerebro por igual. Mientras algunas áreas, como el hipocampo (clave en la memoria), pueden experimentar cierto deterioro, otras regiones como la corteza prefrontal pueden mantenerse o incluso aumentar su actividad, compensando las pérdidas.

Otra fortaleza que suele subestimarse es la llamada “sabiduría emocional”. Las personas mayores tienden a gestionar mejor el estrés, tomar decisiones más equilibradas y priorizar lo importante. Esto no solo mejora la calidad de vida, sino que también protege la salud mental.

La genética influye, pero también lo hacen los hábitos. Dormir bien, hacer ejercicio físico regular, mantener una dieta saludable (como la mediterránea), reducir el estrés y mantener relaciones sociales activas son factores clave para conservar la salud cerebral. Además, actividades como leer, tocar un instrumento, aprender idiomas o resolver crucigramas ayudan a mantener la mente ágil.

Un aspecto alentador es que la incidencia de enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer, aunque aumenta con la edad, no es inevitable. Hay muchas personas que llegan a edades avanzadas con plena lucidez. La clave está en la prevención, la detección temprana y los estilos de vida saludables.

Por tanto, envejecer no equivale a deteriorarse sin remedio. La ciencia demuestra que el cerebro sigue siendo un órgano dinámico, capaz de aprender, adaptarse y fortalecer sus capacidades incluso en la vejez. Cambia, sí, pero también evoluciona.

Abrazar esta visión puede ayudarnos no solo a envejecer mejor, sino también a cambiar la narrativa social sobre la vejez, valorando lo que cada etapa de la vida puede aportar en conocimiento, experiencia y equilibrio emocional.