Al pie del cañón. La evolución de la seguridad de los corresponsales de guerra: de Vietnam a Ucrania
La figura del corresponsal de guerra, tantas veces heroica como olvidada, sigue jugándose la vida para que el resto del mundo sepa lo que ocurre en los rincones más oscuros del planeta. En un mundo donde las guerras son cada vez más complejas, donde el campo de batalla ya no solo se encuentra en la tierra sino también en el ciberespacio, los periodistas siguen estando –literalmente– al pie del cañón
Desde la guerra de Vietnam hasta la actual guerra de Ucrania, la seguridad de los reporteros de guerra ha sido puesta a prueba por distintas amenazas. En ambos conflictos, los periodistas han sido testigos –y en numerosas ocasiones, víctimas– de la brutalidad de los enfrentamientos. Pero las formas en que se enfrentan al peligro y las amenazas han evolucionado con los años.
La guerra de Vietnam, punto de inflexion
La guerra de Vietnam entre 1955 y 1975 marcó un antes y un después en el periodismo bélico. Fue considerada la primera guerra televisada, pero también una de las más peligrosas para quienes la cubrieron.
“No había censura previa, pero tampoco normas que nos protegieran”. Así lo recuerda Vicente Romero, uno de los grandes referentes del periodismo bélico, en una conversación para el pódcast Al pie del cañón.
Según el Comité para la Protección de Periodistas (CPJ), decenas de reporteros murieron sin que existieran protocolos de seguridad ni reconocimiento legal como civiles. Aunque no se cuenta con cifras exactas, se sabe que más de 60 periodistas perdieron la vida durante esa guerra. Larry Burrows, fotógrafo de Life, murió cuando su helicóptero fue abatido. Otros tantos fueron víctimas de minas, emboscadas y fuego cruzado.
El impacto de la cobertura mediática fue tal que influyó directamente en la opinión pública y en la política estadounidense. Fotografías como la de la niña Phan Thị Kim Phúc corriendo desnuda tras un bombardeo con napalm, captada por el fotoperiodista Nick Ut, mostraron al mundo el rostro más crudo de la guerra. La libertad de informar se convirtió, sin quererlo, en un arma política.
Tanto la guerra como el periodismo han evolucionado a lo largo de los años
Casi medio siglo después, la guerra ha cambiado… Y también el periodismo. En Ucrania los corresponsales no solo se enfrentan a misiles o francotiradores, sino también a ciberataques, campañas de desinformación y vigilancia digital. Ahora, además del chaleco antibalas, llevas el móvil en modo avión y los mensajes cifrados.
Desde que comenzó la invasión en 2022, casi 150 periodistas han sido víctimas de la violencia rusa, según Reporteros sin Fronteras. Trece han muerto y otros han sido secuestrados, heridos o desaparecidos.
Hoy en día, existen normativas internacionales que reconocen al periodista como civil en conflicto armado, como el artículo 79 del protocolo I adicional de los Convenios de Ginebra. El caso de Viktoria Roshchina, periodista ucraniana, detenida y torturada por las fuerzas rusas, es solo un ejemplo de cómo el periodismo sigue siendo objetivo militar, a pesar de la ley.
Además de los riesgos físicos, el desgaste psicológico es otro enemigo silencioso. La exposición a la violencia, la precariedad, el aislamiento y la presión moral provocan efectos psicológicos graves. “Hay noches que sigo escuchando las sirenas”, confesó el periodista Pablo J. Pérez.
El estrés postraumático y el llamado “trauma vicario” son comunes, pero pocos visibilizados. La periodista Almudena Ariza insiste en que hay que prepararse mentalmente, más que físicamente. Además, las mujeres enfrentan riesgos añadidos. “Los hombres tenían miedo de que les cortaran la cabeza; nosotras, de que nos violaran y nos cortaran la cabeza”
Es obvio que la tecnología ha evolucionado, pero, ¿está sirviendo de ayuda o está siendo un arma de doble filo para los periodistas de guerra?
Es innegable que los avances tecnológicos, han transformado por completo el periodismo de guerra, pero su papel está lejos de ser exclusivamente protector. La tecnología ha dotado a los periodistas de herramientas para protegerse mejor, contar más y llegar más lejos.
Sin embargo, ha multiplicado su vulnerabilidad. Avances como los sistemas de geolocalización, el cifrado de datos o los equipos de transmisión en directo han permitido a los corresponsables trabajar con mayor rapidez y seguridad en apariencia.
No obstante, esta misma tecnología puede volverse en su contra: la ubicación compartida por error, un mensaje interceptado o una fotografía publicada en redes sociales pueden convertir al periodista en un objetivo militar.
Los corresponsales de guerra son la primera línea de la verdad, sin ellos, los crímenes quedan impunes, el dolor se silencia, las historias se pierden y las guerras serían cifras sin rostro. No solo informan, incomodan, movilizan y a veces cambian el rumbo de la historia. Hoy más que nunca su seguridad debería ser una prioridad internacional.