Muere José Mujica, el expresidente de Uruguay que se convirtió en símbolo de la política honesta y cercana
José Mujica, expresidente de Uruguay y referente indiscutible de la izquierda latinoamericana, ha fallecido este martes a los 89 años en su pequeña chacra –una humilde granja– situada cerca de Montevideo, víctima de un cáncer de esófago que le fue diagnosticado en abril de 2024.
La noticia ha sacudido a todo un país y a una región que veía en él algo más que a un político. Porque “Pepe” Mujica no fue solo un jefe de Estado, fue un símbolo de coherencia, sencillez y compromiso social, incluso cuando el poder estaba en sus manos.
“Con profundo dolor comunicamos que ha fallecido nuestro compañero Pepe Mujica. Presidente, militante, referente y conductor. Te vamos a extrañar mucho, viejo querido. Gracias por todo lo que nos diste y por tu profundo amor por tu pueblo”, ha escrito el presidente actual de Uruguay, Yamandú Orsi, en sus redes sociales.
Una despedida cargada de afecto popular
El partido político que lo vio crecer, el Frente Amplio, ha lamentado su pérdida con un mensaje contundente: “No fue solo un líder. Fue una forma de entender el mundo. Nos queda su voz, su ejemplo, su porfiada esperanza. Hasta siempre, compañero”. Una despedida que refleja el calado humano y político de Mujica, que deja una huella profunda “en cada abrazo del pueblo y en cada idea que lucha por un país más justo”.
También el Movimiento de Participación Popular (MPP), corriente interna del Frente Amplio que fundó el propio Mujica, le ha rendido homenaje con un emotivo vídeo recordando los momentos clave de su vida pública. Fue en 2010 cuando recogió el testigo presidencial de manos de Tabaré Vázquez, su compañero de militancia y antecesor en la jefatura del Estado.
Una vida entregada a la lucha... y a la paz
Mujica había sido claro desde hace meses: no quería seguir con el tratamiento. En enero, hizo pública su decisión de no continuar con los cuidados médicos intensivos y pidió que le dejaran marcharse en paz. “El guerrero tiene derecho a su descanso”, afirmó en una entrevista que conmovió al país. Reconocía entonces, con su habitual lucidez y ternura, que “su ciclo ya había terminado hace rato”.
Su delicado estado de salud le impidió incluso acudir a votar el pasado domingo en las elecciones municipales y departamentales de Uruguay. Su esposa, la también histórica dirigente Lucía Topolansky, explicó que Mujica se encontraba en cuidados paliativos y que ya apenas salía de casa.
En diciembre pasado, había sido sometido a una intervención quirúrgica para colocarle un stent en el esófago, con el fin de facilitarle la alimentación, muy dificultada tras las sesiones de radioterapia.
Coherencia hasta el final
José Mujica, el presidente que vivió toda su vida en su granja, que conducía un viejo Volkswagen escarabajo y que rechazó los lujos del poder, se ha marchado como vivió: en su casa, junto a su gente y sin artificios. La suya fue una trayectoria política marcada por la resistencia (pasó más de una década preso durante la dictadura uruguaya), la reflexión y una extraordinaria conexión con la ciudadanía.
Deja tras de sí un legado único, no tanto por las leyes que impulsó o los discursos que pronunció, sino por la manera en que habitó la política. Con honestidad, con sentido del humor, con humanidad.
Hoy Uruguay llora a uno de sus grandes. Y buena parte del mundo también.