Un carnaval global a mitad de camino entre la tradición y la sofisticación

Cada año, el carnaval celebra su cita con creatividad, pero como recuerda el etnólogo Antxon Aguirre, "la pervivencia de esta fiesta es el más antiguo de los vestigios precristianos que quedan" y su origen puede estar en las saturnales romanas.

Treinta días antes de estas fiestas, los soldados romanos elegían al más bello y le proclamaban rey, una autoridad que mantenía hasta el último día, cuando era obligado a suicidarse en el altar del dios Saturno.

"Aunque no haya sacrificio humano, este rito perdura y en muchos lugares el carnaval incluye la quema de una figura de paja", explica Aguirre, aunque también sugiere que el actual uso del fuego puede deberse a una "cuestión práctica", pues el día previo al miércoles de ceniza la gente hace una fogata para alumbrarse y aprovechar así las últimas horas.

"Para mí, el carnaval más sugerente es el que cualquiera puede realizar con sus medios, en su entorno y tal y como le guste", dice Aguirre, quien explica que a punto de empezar la primavera, parece que la gente quisiera sacrificar el invierno y olvidarse de él.

"Como ocurre ahora, siempre hubo un carnaval urbano de carrozas y oropeles y un carnaval rural en el que la gente desfila con los palos y los cencerros", relata este experto.

Condicionado por el clima

Para Becerra y su equipo de seis personas encargadas de diseñar las carrozas a partir de los gustos de peñas o comparsas, el carnaval es muy diferente según la zona de España y estos artesanos están obligados a conocer estas peculiaridades locales.

"Tenemos fiestas muy rurales como las del interior del País Vasco y un carnaval muy brasileño y espectacular en la costa mediterránea", cuenta Becerra, que reconoce haber recorrido la geografía nacional siguiendo las celebraciones de don Carnal y que trabajó incluso en Arabia Saudí en la preparación de un desfile.

El empresario recomienda el de Sitges (Barcelona), "pequeño pero muy espectacular y divertido", y el de Tolosa (Guipúzcoa), un carnaval muy participativo en el que se involucra alrededor del 70 por ciento de la población.

Las propias condiciones climáticas condicionan la celebración carnavalesca y marcan las diferencias en la península, pues argumenta Becerra- "en el norte, el vestuario debe ser abrigado y las carrozas son más resistentes a la lluvia y el viento".

Por su parte, Aguirre sugiere entre los carnavales rurales el de Cintruénigo (Navarra), donde los "zarramuskeros", que visten buzos azules, ensucian con harina, agua o serrín a quien se muestre a cara descubierta.

Antaño, esta celebración suponía un desmadre, pues el ocultamiento del rostro permitía saltarse las normas durante una jornada y al mismo tiempo construir una unión entre unos participantes jóvenes que hacían gamberradas y se divertían con la permisividad de los adultos.

"La sociedad era tolerante con su fiesta porque siempre eran los primeros que salían a dar la cara cuando había problemas con los vecinos o visitaban el pueblo bandidos o lobos", aclara Aguirre.

El cine es el protagonista

Aguirre encuentra que los medios de comunicación tienen una influencia "impresionante" en los cambios experimentados por el carnaval, pero es el cine, a su juicio, "lo que marca la pauta en la elección de los disfraces y las carrozas".

"El hecho de que unas determinadas costumbres o influencias funcionen ayudan a que se consoliden como elementos clásicos y distintivos del carnaval de un pueblo", declara este miembro de la Sociedad de Estudios Aranzadi.

La incorporación de la mujer y los niños ha favorecido la universalización de una fiesta que durante siglos estuvo reservada al sexo masculino, aunque se niega a hablar de "travestismo" para referirse a la afición de disfrazarse de mujer, porque lo que pasaba era que lo más económico era cubrirse con ropas de la propia casa.