“El objetivo político de que crezca el PIB es absurdo”
La ‘Economía del Bien Común’ intenta buscar una alternativa al actual sistema económico, que se caracteriza por una desigualdad creciente, el alto desempleo o la destrucción del medio ambiente. Su autor, Christian Felber, profesor asociado desde 2008 en la Universidad de Economía de Viena, es el impulsor de un nuevo modelo económico que ya ha despertado un enorme interés a nivel mundial.
El nuevo modelo también ha dejado su huella en España, dónde en apenas tres años ya existen cinco asociaciones legales: una federal y cuatro regionales en Cataluña, Canarias, País Vasco y Valencia. Varios municipios han adoptado su filosofía del bien común, entre ellos Miranda de Azán (Salamanca), Orendáin (Guipúcoa), Muro de Alcoy (Alicante) y Santa Lucía (Gran Canaria).
¿Cuándo nace la idea de crear “la economía del bien común”?
El compromiso por un mundo mejor empezó cuando tenía 8 o 9 años. Gracias a experiencias muy gratas en la naturaleza y sensaciones muy profundas he desarrollado una series de valores. Entonces eran nuevos, pero he descubierto que son los valores universales que permiten florecer las relaciones humanas en todo el mundo.
¿Dónde se encuadraría ‘la economía del bien común’?
Se aplica en todos los niveles. Hoy día medimos el éxito económico con parámetros financieros como el rédito de la inversión, el beneficio de una empresa o el PIB. Aunque en las constituciones de los distintos países reflejan que el dinero solamente debe ser el medio, en ninguna de ellas aparece como fin. Las cartas magnas sí dicen que el fin debe de ser el bien común, por tanto, los parámetros de medición de éxitos deberían ser un producto del bien común, un balance del bien común y un examen del bien común. Esto es lo que estamos proponiendo para reorganizar la economía a todos los niveles. Con ello seriamos capaces de reorientar la actividad económica en todos los niveles.
Quizás lo que sea bueno para uno no es bueno para otro ¿Cómo se puede medir esos parámetros del bien común?
Eso exactamente vale para el PIB. Todo el mundo habla del crecimiento del PIB, aunque eso suponga que los ciudadanos tengan peores condiciones de vida. El objetivo político de que crezca el PIB es absolutamente absurdo. No tiene sentido confundir el bienestar general con una cifra financiera. Existe mucha gente que rechaza la actual medición y pide que se revise de una manera más representativa. La idea es desglosar el bien común en 20 elementos que representen los aspectos de la calidad de vida. Se propone realizarlo a través de asambleas democráticas, entre los parámetros se incluirían: Salud, educación participación, relaciones fluidas, ecosistemas estables, desarrollo interno. No hace falta que todos estén de acuerdo sino que se van a convertir en parámetros aquellos 20 que sean más valorados.
Nos encontramos en una terrible crisis, producto de una burbuja ¿Es posible que la “Economía del Bien Común” pueda reducir o acabar con las burbujas?
Sí, es posible. Invirtiendo el dinero en un bien público y orientando los bancos al bien común, por obligación. Eso quiere decir prohibir la especulación. Por ejemplo, los bancos solo podrán conceder créditos para inversiones reales y no para la especulación financiera, eliminando todas las rentas sobre el capital. Si se eliminan esas rentas se acaba con la especulación.
¿Qué ocurrirá con esa masa financiera que aportan los mercados bursátiles y que permiten llevar a cabo inversiones reales?
Las inversiones se seguirán realizando, para ello se deben convertir los bancos en bancos del bien común y las bolsas en bolsas del bien común. En la ‘Economía del Bien Común’ siguen existiendo esas fuentes de financiación, pero cambia el objetivo. Si tú llevas el dinero al banco hoy, esperas que te genere la mayor cantidad de dinero, al igual que en la bolsa. Si el banco no te paga dicha cantidad o la bolsa ese dividendo, tus motivos para llevar el dinero cambian. Los productos de inversión deben tener un incentivo muy profundo y utilidades, el balance del bien común debe ser óptimo.
Si el capital no genera a su vez más capital ¿Cómo convencer a los ciudadanos para que inviertan?
El riesgo financiero no es motivo de inversión razonable. El hecho de que obtengas más recursos de los que inviertes no es algo razonable, más sensato sería que tu contribuyas al objetivo de la economía, que es que crezca el bien común. Se debe contribuir al cumplimiento de los valores constitucionales, que son la ética y la sostenibilidad. El rédito financiero no te garantiza el cumplimiento de ninguna de ellas. Si pensamos a la inversa, solamente te fijas en ese ratio y no prestas atención en lo destructiva que es la empresa o no te importa que la empresa funcione bien. Además, es probable que los jefes de la empresa la estrujen incluyendo un mal trato a los empleados y engañando a los clientes. En la economía del ‘Bien Común’ no se podría vender y comprar acciones, si alguien quiere ser propietario debería serlo a largo plazo para conocer mejor la empresa. Si tu inviertes en una compañía, debes mantener la inversión un mínimo de un año y el voto solo podría tenerlo quienes mantengan la acción durante 10 años.
¿Qué ocurriría si el inversor necesita retirar su dinero? ¿Cómo devolvería la empresa el dinero si ya lo ha invertido?
Conozco esa situación porque estamos fundando un banco público en el que ya han invertido más de 1.500 personas. En cada momento, uno puede pedir ese dinero con la única limitación de si la empresa se vuelve insolvente. Aunque parezca lo contrario, los datos confirman que las bolsas han actuado de manera contraria: durante los años 90 las empresas canalizaron liquidez a los mercados. Se trata de una perversión de la bolsa.
Podría ocurrir lo mismo ahora, que si nadie quiere comprarte una acción no la puedes vender. Aunque haya invertido el capital, se podría devolver si lo piden pocas personas, gracias a que la empresa mantendría un nivel de reservas.
En España hemos tenido un serio problema con los denominados bancos públicos que representaban las cajas de ahorro, dedicados a buscar un bienestar social parecido a los bancos que se proponen en el libro. ¿Cómo se consigue que ese sistema no quiebre, como ha ocurrido en España?
El modelo de gestión de las cajas de ahorros ha fracasado, pero no sus raíces. Al convertir las cajas de ahorros en el autoservicio de los políticos, el modelo ha fracasado. Por tanto, es una lección que debemos aprender, que aunque sean privados o públicos no pueden ser controlados por el Gobierno. En otro países han funcionado bien. Los Landerbanks, las grandes cajas de ahorro alemanas, también han caído en el error de estar controlados por políticos. En los bancos del bien común debe mandar el pueblo, a través de los órganos. Lo importante que se debe aprender es la separación del control de la caja y los políticos.
En la economía del bien común ¿Qué es preferible, acabar con la pobreza absoluta o la desigualdad?
Por suerte no estamos ante está alternativa, sino que se deben abordar ambos problemas a la vez. Yo pienso que las dos se encuentran relacionadas. Disminuyendo la desigualdad se puede luchar mejor contra la pobreza. Se definirían unos ingresos mínimos y máximos y se incentivaría a las empresas a crear empleo.
¿Cómo se incentivaría a esas empresas?
Para que se pueda incentivar a las empresas primero se les exige hacer un balance del bien común. Deben de demostrar que están utilizando sus beneficios para crear o mantener empleo. En la actualidad, existen empresas que triplican sus resultados y reducen la plantilla en miles de personas. La empresa es exitosa para sus propietarios y aun así contribuye de forma negativa al mercado laboral. Si la empresa no realiza esos balances del bien común, entonces el Gobierno le impondría aranceles más altos y no recibirían contratos públicos y las condiciones de crédito serían muy desfavorables.
¿Cómo se obliga a los bancos a cambiar de criterios de crédito según las empresas?
No es nada nuevo. Los bancos ahora están obligados a estudiar la solvencia financiera de las empresas a las que conceden créditos por regulación obligatoria. Es algo razonable, pero también sería razonable que comprueben los efectos éticos de las empresas a las que se concede el crédito. No puede ser razonable que esos millones que van a las empresas sirvan para empeorar el medio ambiente, acabar con la naturaleza o destruir puestos de empleo.
¿Cómo se hace una economía más justa? ¿Quién decide que es justo y que no es justo?
Cambiando el modelo y haciéndolo de forma democrática. Nosotros trabajamos con cerca de 2.000 empresas, de ellas más de 300 han realizado un balance del bien común. Si el Gobierno o el Parlamento deciden las pautas fundamentales del orden económico, tenemos bancos ‘Too Big To Fail’, paraísos fiscales, trading de Alta Frecuencia, desigualdad ilimitada, oligopolios y monopolios. Nosotros, por el contrario, decimos que las decisiones constitucionales las debería tomar el pueblo. Por tanto, la soberanía debería residir en el pueblo y no en sus representantes, que solo tendrían el papel de escribir y reformar la constitución según mande el pueblo.
Se le ha achacado de querer acabar con la desigualdad ¿Qué opina sobre la desigualdad?
En ningún momento el libro de la ‘Economía del Bien Común’ dice que deba acabarse con la desigualdad, sino que debe limitarse. La desigualdad limitada es buena, pero en el libro se propone superar los extremos. Uno de ellos es la desigualdad que tenemos ahora, que es ilimitada. El otro extremo sería acabar con ella. Decimos que no a ambos extremos y decimos que se limita la desigualdad en función de lo que dicte el pueblo soberano. El libro propone que se presenten las alternativas y que sea el pueblo el que decida si la desigualdad debe limitarse o no.
En su libro propone una economía sostenible y verde y la actualidad se ha visto salpicada por el ‘Caso Volkswagen’ ¿Qué opinión le merece?
Del escándalo Volkswagen podemos aprender dos lecciones: las multinacionales son demasiado grandes y poderosas y estructuralmente es muy poco posible que persigan el bien común. En la ‘Economía del Bien Común’ se propone que a las compañías más grandes se las obligaría a realizar un balance del bien común. Como precio a ser más grandes. Libertades y responsabilidades.
En su libro hace varias llamadas a limitar una de las columnas vertebrales de la economía actual, la propiedad privada ¿Por qué?
En una sociedad liberal ninguna libertad es absoluta, salvo la propiedad privada. Todos los demás fundamentos de la vida están limitados, existen libertades, pero limitadas. Y se limitan para garantizar dos principios: En primer lugar, las mismas libertades para todos y segundo lugar, las mismas oportunidades. Exactamente el mismo principio liberal lo traspasamos al último campo de la convivencia, que es la propiedad privada. En la ‘Economía del Bien Común’ se limita para que todo el mundo tenga las mismas libertades y oportunidades y sobre todo para evitar que nadie se haga tan poderoso para acumular una fuerte concentración de poder.
¿Se deben limitar las herencias?
Solo algunas. Winston Churchill reflexionó sobre el tema y subrayó que si no había limitación en ellas íbamos a crear una clase de ricos vagos. Hay dos extremos: El primero sería el derecho de herencia ilimitado, eso incluiría las herencias multimillonarias que convierten a los hijos en multimillonarios sin mover un dedo. Eso va en contra de la meritocracia y totalmente en contra de la justicia y de la democracia. Va en contra de todos los buenos principios de una sociedad liberal. El segundo extremo es eliminarla. El ‘Bien Común’ se pone en una posición moderada que reconoce el germen sano de ambos enfoques. A partir de cierto umbral se debería pagar un impuesto que ayudaría a reducir la desigualdad.
La decisión de quitar una parte de la herencia a los herederos por el simple hecho de que sea una cantidad grande, después de que haya sido esa persona la que con su esfuerzo y trabajo ha conseguido esa fortuna y ya ha pagado unos impuestos por ella. ¿No atenta contra la libertad de la persona fallecida?
En absoluto. Legalmente debemos de distinguir limpiamente el derecho de propiedad y el derecho de heredar de su hijo. El primero puedes decidir no tocarlo, aunque sí limitar el segundo. La propiedad privada no es un fin en sí mismo y no es un derecho ilimitado. La Constitución española dice que toda la propiedad, sea cual sea su titularidad, está subordinada al interés general y ese sería el criterio. No es ninguna contradicción al bien común que el padre pase una fortuna modesta a sus hijos, pero sí atenta contra el interés general que pase una fortuna millonaria.
La Economía del Bien Común ¿Más cerca del socialismo, del liberalismo, una mezcla?
Se trataría de un liberalismo verde y ético. Porque baraja el valor de la libertad con otros valores igual de altos como la justicia, la solidaridad la dignidad y la democracia.