El proyecto del marino Isaac Peral: una historia de sobornos, traiciones y deslealtades

La perfidia fue la característica más acendrada respecto a todas las circunstancias que rodearon a la construcción y posterior destrucción del proyecto Peral. (Imágenes: N.R.L.).
De todas las intrigas que pueblan la Historia de España ninguna, o pocas, como la que sufrió en sus carnes el marino Isaac Peral. En septiembre de 1890 el submarino fue hundido en los despachos y en una prensa que lo atacó de forma despiadada, influenciada por las instituciones españolas

La biblioteca del capitán

En la biblioteca del capitán se esconden muchos secretos, pero hay uno que debía de haberse guardado en su tiempo como el mayor secreto de todos; sin embargo, terminó aireado nada menos que en la Gaceta de Madrid el día 28 de octubre de 1890. La perfidia fue la característica más acendrada respecto a todas las circunstancias que rodearon a la construcción y posterior destrucción del proyecto Peral; traiciones y deslealtades internas y externas. 

De todas las intrigas que pueblan la Historia de España ninguna, o pocas, como la que sufrió en sus carnes el marino Isaac Peral. Sobre todo, porque fue perseguido, desde fuera, por las potencias extranjeras que sabían de lo avanzado de su proyecto y, desde dentro, por los oscuros intereses que vigilaban la política española durante el siglo XIX.

En la biblioteca del capitán, se encuentra ese ejemplar de la Gaceta de Madrid en el que el Ministerio de Marina, con la firma del capitán general de la Armada José María Beránger de acuerdo del Consejo de Ministros, da a la luz pública nacional, y por supuesto internacional, el proyecto del submarino Peral, e incluso publica en la página 321 la carta del teniente de navío Isaac Peral enviada al almirante Beránger y que incide en la necesidad de guardar el secreto; pero la carta, contra toda lógica, sale publicada íntegra:

"Creo conveniente advertir a V.E. —escribe Peral— que, como el invento es relativamente fácil para los hombres de ciencia, sería conveniente guardar sobre ello la más absoluta reserva, pues el sólo anuncio de la noticia podría ocasionar que otra nación con más elementos que la nuestra se nos adelantase, y por esto me tomo la libertad, que espero me dispensará S.E., de comunicarle esta noticia particular y directamente… Queda esperando las órdenes de V.E. su subordinado y S.S.Q.B.S.M., Isaac Peral".

¡Pues no le está diciendo, almirante, que convendría que este proyecto se mantuviera en secreto!

Cánovas del Castillo y el capitán general de la Armada torpedearon el proyecto de Isaac Peral

Y eso lo publica el Ministerio de Marina, con la aquiescencia del Consejo de Ministros, en el boletín oficial de la época, Gaceta de Madrid; con cartas de Isaac Peral y de la Junta de directores del Ministerio, que verificaban el proyecto, incluidas.

No hay que olvidar que estamos en 1890, mucho antes de que cualquier nación hubiera entrado en la carrera de la lucha submarina. Era entonces presidente del gobierno Cánovas del Castillo y el ministro de Marina el capitán general de la Armada Beránger, encargados de torpedear, nunca mejor dicho, el proyecto de Isaac Peral.

A partir de ahí todas las naciones acuden a la caza del submarino Peral, intentando, por un lado, la compra del invento al joven teniente de navío y, por otro, si no se consigue lo primero acudir a la compra de voluntades de políticos y marinos españoles para que ese hallazgo, que mostró pronto su fiabilidad torpedera, fuera hundido desde los propios entresijos de la política española.

Basil Zaharoff: soborno, extorsión, corrupción... estaban entre sus patrones de conducta

Una de las figuras más lamentables de esta historia, y que compró más voluntades en España, fue el inefable Basil Zaharoff, que trabajaba para el imperio británico y para todo aquel que lo proveyera del oro necesario para sus turbios negocios. El soborno, la extorsión, la corrupción, cuando no directamente el robo y el sabotaje, estaban entre sus patrones de conducta.

Terminó dirigiendo el mayor grupo de industrias de defensa en España y fue presidente del grupo Vickers, Sons & Maxims y controlaba fundiciones de acero, bancos y periódicos; además de tener grandes participaciones en Schnaider y en Krupp, que en la I Guerra Mundial fabricaron armas para todos los frentes; es decir, sus armas mataban a franceses, ingleses, alemanes o americanos con igual alegría.

Ni que decir tiene que controlaba con sobornos a toda la alta burguesía barcelonesa y vasca, interviniendo los Altos Hornos de Vizcaya, la Trasanlántica, la Duro-Felguera y la Sociedad Española de Construcciones Metálicas. Estaba metido en el régimen desde el origen, incluso era el amante de la mujer de Francisco de Borbón, duque de Marchena, primo de Alfonso XII.

Peral no quería que se airease el proyecto, pero le traicionaron

Si este mercader de la muerte controlaba casi todo, ni tan siquiera la Armada japonesa se salvó de sus sobornos, era evidente que Zaharoff, con pasaporte británico, aunque podía pasar perfectamente por turco o por griego, intentaría quedarse con el invento de Isaac Peral.

No tardaron mucho, y eso es inexplicable, el capitán de fragata Víctor Concas, secretario de la Comisión de Londres de la Armada española, y el capitán de navío Segismundo Bermejo, jefe de la comisión de Berlín, en ponerse en contacto con Peral en el año 1887.

El capitán de fragata Víctor Concas le comentó, en una estancia en Londres de Peral, que el señor Zaharoff quería conocerlo, a lo que argumentó el teniente de navío Peral que no era buena idea airear el proyecto; y Concas le arguyó diciendo que no se preocupara, pues Zaharoff le había dicho que en el Ministerio de Marina ya le habían enseñado los planos y memoria que Peral había entregado.

Sin duda, Isaac Peral después de tales circunstancias se dio cuenta de que el proyecto de su submarino estaba herido de muerte. También volvió a recibir presiones por parte del industrial de armamento Thomson Nordentfelt que le propuso la compra de la patente. Isaac Peral renunció a esa increíble cantidad de dinero; por cierto, su viuda terminó su vida llena de deudas y saliendo adelante como pudo, vendiéndolo todo a saldo.

En septiembre de 1890, el submarino fue hundido en los despachos y en la prensa

Lo que había empezado con unas jornadas de gloria terminó con la baja, por parte de Isaac Peral con el mayor dolor de su corazón, en la Armada española y con una enfermedad y una muerte prematura.

En septiembre de 1890 el submarino fue hundido en los despachos y en una prensa que lo atacó de forma despiadada, influenciada por las instituciones españolas.

El almirante de la flota estadounidense, George Dewey, escribió que con unos cuantos de estos torpederos submarinos la armada americana no hubiera podido acercarse a las bahías cubanas y filipinas para acabar con la flota española. Igual se hubieran salvado muchas vidas, igual la Historia hubiera cambiado. Algunos de los que intervinieron en el hundimiento del submarino Peral tienen dedicadas en su honor alguna que otra calle.

El marqués de la Ensenada intentó que España volviera a tener una Armada como la que merecía España

Si esta historia ocurrió en el siglo XIX, durante el siglo XVIII acaeció otra similar, cuando el marqués de la Ensenada intentó que España volviera a tener una Armada como la que merecía un país con una identidad marina inigualable y la Historia naval más importante del mundo en duración de tiempo y en longitud y latitud de espacio; así como en victorias, siempre empañadas por esa torva leyenda negra.

Por todos los medios, para abortar esa nueva producción de barcos y de influencia española en los mares, el embajador inglés Benjamin Keene buscó pruebas incriminatorias contra Ensenada con la ayuda de Ricardo Wall, marino español de ascendencia irlandesa y con una cierta inquina hacia el marqués; también participó la alta nobleza española, otra ignominia de los grandes de España, que apoyaron la maniobra británica en ese golpe de timón y en el arresto y exilio de Ensenada.

"El embajador inglés agarró la pluma, la mojó en su tintero; y la tinta, de color negro, corrió por el pergamino con una última frase: “Señor, no se construirán más buques en España”. Abrió la botella de brandy de Jerez, y vertió sobre la ancha copa el fruto de los tiempos, que bebió con lentitud, mientras anotaba satisfecho todos los sobornos que había tenido que pagar a la nobleza española para que España no volviera a construir barcos ni a dominar los mares, que trescientos años de dominio de los océanos fueron muchos años".

No me dirán que no da esa escena para una bonita novela. La historia, la Literatura, los sobornos, la vida