No hay novedades ni excepciones que valgan en el caso de este individuo, que tiene poco de artista y mucho de malhechor. Cosa distinta es, si en el caso de una mentalidad tan enrevesadamente sectaria, tan propensa al vómito y la agresividad, esa pena privativa de libertad conseguirá lo que constitucionalmente pretende: la reeducación y la reinserción social, algo que en tiempos pretéritos y en regímenes totalitarios se alcanzaba a través de los trabajos forzados.
En consecuencia, resulta de una corresponsabilidad con la justificación del delito atroz y abyecta que no sólo cargos públicos sino institucionales, y de altura, se alineen con un tipo que, por ejemplo, ha enaltecido de manera constante el terrorismo.
Pocas cosas más viles hay que un ciudadano -se dedique a cantar rap, a echarle de comer a las palomas en un parque o a visitar las obras del pueblo- incurra con su verbo en actos de descrédito, menosprecio y humillación de las víctimas de la violencia terrorista. No es aceptable, en una sociedad sana, que se proteja con el paraguas de la impunidad a quien, en su provocación, por su naturaleza, siembra de forma reiterada la incitación para cometer delitos.
Igualmente bajo y perseguible, en paralelo, resulta que haya quienes se valgan de las presuntas letras de una supuesta canción para fomentar o promover directa e indirectamente el odio, la hostilidad, la discriminación… las agresiones.
Precisamente por ello, en la conciencia de los dirigentes de Podemos que no se sienten incómodos con la repugnante y reprobable ola de terrorismo callejero quedará el incomprensible amparo a formas bárbaras de expresión que no pueden tener sino una respuesta contundente e implacable, policial y judicial.
No importa en exceso que tras la sacudida del árbol por parte de los encapuchados recojan o no nueces los correligionarios gubernamentales de Sánchez, como hacían en el pasado los separatistas moderados mientras en el País Vasco se abrían paso las bombas y los tiros en la nuca. Lo que importa, porque mancha a España como país, es que cristalice la descerebrada sintonía nada menos que de un trozo del gobierno de la nación con los barriobajeros facinerosos que pretenden, a fuego, aniquilarla.