miércoles, abril 24, 2024
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Allen homenajea a Allen

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El otro día alguien me comentó que Woody Allen hacía mucho cine pero muy irregular. Defendía que Alejandro Amenábar era mejor director porque el nivel medio de sus películas era superior. Discutible en todo caso, pero estamos hablando de alguien que, desde el 95, ha estrenado 5 filmes, Agora inclusive, mientras que el neoyorquino lleva una media de casi un filme anual desde los años 70. Al margen de la siempre opinable calidad, la gran diferencia entre uno y otro cineasta es que Allen trabaja para vivir y Amenábar tiene detrás un sistema de subvenciones que le mejora aún más la vida que ya de por sí tiene cualquiera que cuente con el favor del público.

En España mucha gente no tiene noción de lo que es vivir de lo esencialmente privado. Por ejemplo, Madrid ha luchado por ser sede de los Juegos Olímpicos de 2016 cuando, desde primavera, estaba claro que el COI -que por otra parte carece de ningún tipo de legitimidad legal ni moral para manejar algo que mueve tantísimos millones de dólares- iba a designar a Río de Janeiro, gracias a que nuestra candidatura se ha podido gastar 600 millones de euros en su mayoría de origen público, a saber, de nuestros bolsillos vía impuestos. Así cualquiera.

Woody Allen, a pesar de gustar tanto en Europa y hacer un cine ajeno a las modas hollywoodienses, tiene que ganarse la vida y hacer caja para financiar sus próximos filmes. Es un profesional, no un autor, un artista cinematográfico a la europea. Y, a pesar de que sus películas no sean siempre geniales, es un maestro a la hora de rodar, manejar actores y construir historias. Además, todo lo que hace influye enormemente en el resto del cine mundial.

es el título español de la última película de Woody Allen. No es de sus mejores –Manhattan,Annie Hall,La rosa púrpura del Cairo,Hannah y sus hermanas,Otra mujer,Delitos y faltas,Balas sobre Broadway,Maridos y mujeres o Match Point- pero tampoco de las peores. Es una comedia divertida, amena, como siempre en Allen de impecable caligrafía, con algunos diálogos memorables, un par de planos-secuencia de enorme calidad artística y una historia de enredo con personajes que, en su esperpéntica comicidad, respiran como si estuviesen comiendo en la mesa de al lado.

Lo mejor de Si la cosa funciona es que Woody Allen parece haber extraído fragmentos de cada una de sus películas para ir colocándolos a modo de colage: el protagonista, encarnado por Larry David, es un compendio de todos los complejos, paranoias y defectos de los personajes que el propio Allen encarnó en sus anteriores filmes; además habla a cámara como en Annie Hall y se juega con el doble plano cine-realidad de La rosa púrpura; aquí se vuelve, como siempre en su cine, al tema de la existencia, su absurdo y la ironía sobre el modo que tienen las religiones de enfrentarse al mismo; la protagonista femenina recuerda a Mira Sorvino en Poderosa Afrodita; el entorno neoyorquino -sí, Allen vuelve a Nueva York y se nota sobremanera- refleja esa pedantería inherente al Village y que Allen tan bien satiriza; el amor vuelve a ser tan imprevisible como en la mayoría de las mejores películas de este genio, etc.

Da la impresión de que Allen ha revisado toda su filmografía y ha querido realizarse un autohomenaje. Y por eso este filme gustará sobre todo a los fans del fan de los Knicks, Dostoievski e Ingmar Bergman, una especie de icono de todas las contradicciones con las que hemos entrado al siglo XXI. Por otro lado, lo más sobresaliente de esta película es otro elemento que siempre ha caracterizado al cineasta: es un inmejorable director de actrices, como demuestran los numerosos premios que, bajo sus órdenes, han ganado artistas como Diane Keaton, Mia Farrow, Dianne Weist… ¡si hasta Penélope Cruz ganó un Oscar gracias a Woddy Allen! Y aquí la muy joven Evan Rachel Wood hace el papel de su vida.

no es el mejor filme de Allen. Pero es un filme de impecable factura, un buen guión, grandes personajes y algunas secuencias memorables. Prefiero que el genio de Brooklyn me regale su filme anual a tener que esperar para que intente lograr obras maestras. Woody Allen cuenta historias cercanas sobre seres humanos reconocibles, retrata nuestras cuitas y además consigue hacernos reír. Todos los años.

Daniel Martín

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