miércoles, abril 24, 2024
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Violencia

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El pasado miércoles se cumplían 5 años del 11M. El dolor anejo al aniversario se vio, de nuevo, manchado por el uso partidista del evento. ¿Cuándo dejarán nuestros políticos de bailar sobre la tumba de los 191 muertos de Atocha? ¿Y sobre la de los casi mil de ETA?

El martes, en Grecia, el Villarreal se clasificó para cuartos de final de la Champions. Durante el partido a los jugadores se les cegó con láser y las bengalas volaron por los fondos del estadio. En Atenas suelen ocurrir estas cosas, pero la UEFA rara vez hace algo. En cambio, cuando el Atleti jugó en el Calderón contra el Marsella, la Policía Nacional cargó contra los ultras franceses y la UEFA -un organismo deportivo sin autoridad sobre los Estados y ajeno a cualquier norma democrática- se atrevió a cerrar el estadio rojiblanco. El Estado español, la Comisión Europea, nadie movió un dedo para impedir que un ente informe de dudosa categoría jurídica decidiese y castigase a un club deportivo por la actuación de las fuerzas de seguridad de un Estado de Derecho.

Así funcionan las cosas. El mundo camina desnortado y el individuo no sabe muy bien a qué atenerse. Cuando uno se enfrenta a cualquier administración, sabe que tendrá que pasar por muchos trámites y que algún funcionario nos pondrá algún impedimento ininteligible e infranqueable para conseguir nuestra meta. Al mismo tiempo, el omnipotente Estado usa sus muchos medios para la propaganda y el boato mientras escatima gastos para la protección de la ciudadanía, indefensa entonces ante los desmanes ajenos.

Sí, el ser humano está cada vez más presionado. Los partidos políticos tienen el poder y manejan a su antojo los hilos de unas democracias ajenas al «demos». Nuestro sistema político, a semejanza del resto de Occidente, consiste en una aristocracia donde «aristo» significa «aquel que sabe medrar a costa del otro». Y, para hacer el agujero más hondo, el individuo se encuentra rodeado por una sociedad conformista y egoísta que ha asumido a la perfección la lección de los oligarcas: «todo vale».

Así, cada vez son más frecuentes las tragedias como la del miércoles en Alemania, donde un adolescente se puso a asesinar en masa. Mientras, en Alabama otro tipo se liaba a tiros y un taxista español se cargaba a su médico. El humano es el más irracional de los seres vivos, escribe Salvador Monsalud. El problema es que ahora incluso carece de capacidad racional.

¿De dónde nace tanta violencia? Tras tan luctuosos sucesos siempre se recurre al debate sobre las armas de fuego. Si viviésemos en un mundo utópico, no existirían armas. Pero el hombre puede ser un gran capullo y las armas deben existir por mor -y a pesar de la paradoja- de nuestra propia supervivencia. En este debate se lanza el viejo aforismo «las armas las carga el diablo», como quitando hierro al asunto. Pero ya se quejaba el ángel caído en el prólogo de El Diablo Mundo cuando le decía al hombre:

«Tú me engendraste, mortal,

Y hasta me diste un nombre,

Pusiste en mí tus tormentos,

En mi alma tus rencores,

En mi mente tu ansiedad,

En mi pecho tus furores,

En mi labio tus blasfemias

E impotentes maldiciones;

Me erigiste en tu verdugo,

Me tributaste temores,

Y entre Dios y yo partiste

El imperio de los orbes.

Y yo soy parte de ti,

Soy ese espíritu insomne

Que te excita y se levanta

De tu nada a otras regiones,

Con pensamientos de ángel,

Con mezquindades de hombre».

Las armas quizás las cargue el diablo, pero las dispara el hombre.

¿De dónde sale tanta violencia? Sin duda la frustración tiene mucho que ver. Nunca como ahora hubo tantos sueños y deseos inalcanzables. Si a eso unimos lo «incomprensible administrativo» y la amoralidad de la clase política, es lógico que muchos pierdan la cabeza. Cuando el 11M de 2004 sigue utilizándose para danzar sobre lápidas y trágicos recuerdos, es lógico que nazcan nuevos 11M -quizás lo extraño es que no haya más-. El hombre está perdiendo la razón; las cosas, no obstante, siempre mantendrán su propia lógica. [email protected]

Daniel Martín

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