jueves, abril 18, 2024
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Saramago derrocha imaginación y humor en su novela ‘El viaje del elefante’

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Nadie diría que José Saramago, Premio Nobel de Literatura 1998, estuvo hace unos meses al borde de la muerte debido a sucesivas neumonías. Este martes, el escritor, de 86 años, aparecía ante la prensa completamente restablecido, lleno de energía y vitalidad. Y con muchas ganas de hablar y de bromear.

Acompañado por su mujer y traductora, Pilar del Río, y por la directora de Alfaguara, Amaya Elezcano, Saramago contó cómo la enfermedad le obligó a interrumpir la novela, cuando llevaba sólo 40 páginas, y, aunque se sintió «una especie de muerto en vida» y perdió «17 kilos», luego encontró las fuerzas necesarias para acabar este libro, que es «una metáfora de la vida humana», aunque esté protagonizado por un animal.

Un hecho histórico

La novela parte de un hecho histórico: a mediados del siglo XVI el Rey Juan III le regaló a su primo, el archiduque Maximiliano de Austria, un elefante asiático, que junto con su cuidador y una amplia comitiva, tuvo que ir desde Lisboa hasta Viena.

¿Se justifica toda una novela para contar ese «viaje épico»? El autor de La caverna reconoce que «a lo mejor, no», pero asegura que «es un libro de imaginación y de invención constantes» y que, de todas sus obras, es la que «mayor capacidad inventiva contiene».

Hay también otro dato histórico que lo impulsó a escribir la novela: el final que corrió el elefante, ya que después de recorrer miles de kilómetros «por capricho de un rey», Salomón -así se llamaba- murió al poco tiempo de llegar a Viena, y, una vez muerto, le cortaron las patas delanteras para ponerlas a la entrada de palacio a modo de recipiente donde depositar paraguas y bastones.

Ese final tan injusto da «significado último a la vida del elefante» y refleja también las incertidumbres que se le presentan al ser humano después de la muerte, ya que «no sabemos muy bien adónde nos llevan», decía Saramago.

Los atentados contra la dignidad

Y el final del pobre Salomón le inspiró al escritor una reflexión sobre la situación actual del mundo: «el problema no es que los atentados contra la dignidad del ser humano se hagan cuando uno muere, sino cuando se está vivo», como está sucediendo con la crisis financiera, que Saramago califica de «crimen financiero contra la humanidad», y así lo reflejó en un artículo suyo.

«No es que con esta crisis estén matando a millones de personas, pero les están cortando el cuello, porque millones de hombres y mujeres se van a encontrar en el paro, y eso es un crimen contra la humanidad, que debería ser llevado a juicio», aseguraba este martes el novelista, siempre muy crítico con el poder, sea del signo que sea.

«A Pilar, que no dejó que yo muriera». Esa es la hermosa dedicatoria de la novela, en la que Saramago cree que «no se nota» la grave enfermedad que tuvo que superar.

Pero su mujer no parece pensar lo mismo, y este martes le preguntaba al escritor si este libro le ayudó a «salvar la vida». En la novela hay un personaje, que no se sabe bien quién es y que en un momento dado se pierde entre la niebla. El barrito del elefante lo salva de la muerte y le ayuda a encontrar el camino.

Saramago se limitó a responder con un escueto «quizá» a la pregunta de su mujer. «Si digo que ‘sí’ o que ‘no’, tengo que justificar la respuesta», bromeó.

En lo que sí coincide el escritor con Pilar del Río es en que la la enfermedad supuso para él «una especie de temblor de tierra que trajo a la superficie sedimentos lingüísticos antiguos» y que lo han llevado a utilizar palabras y expresiones de otros tiempos.

Ese hecho sorprende al propio autor, quien cree que el lector, «que en cada libro se deja llevar por la historia, en El viaje del elefante se deja llevar también por el lenguaje».

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