martes, marzo 19, 2024
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Cayucos: no hay quien los pare

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Una vez más el mar ha pagado un terrible impuesto en las costas de Gran Canaria. Una patera con setenta pasajeros fue interceptada hace dos días con la tremenda sorpresa de tres muertos a bordo y otros fugitivos entre los que había once menores.

Nunca se sabrá con exactitud cuántos subsaharianos han dejado la vida en estos cayucos o barquichuelas de la muerte.

La noticia ha dejado de ser un escándalo y eso es precisamente lo que parece: infelices que se juegan la vida en balsas de fortuna sin que nadie en sus países de origen les advierta del peligro inminente que corren entre las olas y las corrientes del golfo canario.

Hace falta, en efecto, estar muy desesperado para meterse en una aventura de estas características, argumentan las buenas almas locales, mientras las autoridades marítimas españolas hacen lo que pueden para evitar esta marabunta que los medios de comunicación intentan disimular partiendo del absurdo mensaje de que este año hubo menos cayucos y, por tanto, menos víctimas.

La pregunta que se repite hasta el infinito cada vez que se produce un drama como el más reciente es: ¿cómo evitar la marabunta de fugitivos y cómo conseguir que los países de donde parten (Marruecos, Mauritania, Senegal, Gambia) puedan o quieran evitar la tragedia? Porque -y ésa es la pregunta clave- ¿de verdad las autoridades de estos países quieren terminar con la riada? Sinceramente cuando se advierte de los terribles resultados de estas expediciones uno tiene sus dudas.

Para nada parecen haber servido todos los tratados, acuerdos, compromisos y promesas de estos países y sus autoridades. No hay fórmulas mágicas para acabar con la tragedia, y si las hay no se aplican. España ¿qué puede hacer? A la vista de cómo se procesan estos dramas la respuesta es tajante: sinceramente, muy poco. ¿Y Europa? Ídem del lienzo. ¿Tendremos que acostumbrarnos al tributo casi cotidiano de los muertos a la deriva? Todo indica que así es. Dramático, escandaloso, inadmisible. Añádanle ustedes todos los adjetivos que quieran. Las cosas son como son y no parece que vayan a cambiar.

Alberto Míguez

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