jueves, marzo 28, 2024
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Sahara, asunto difícil

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Ante el Sahara se puede tomar la posición fácil, es decir, la que menos problemas comporta a quien la toma. No se trata de dejar del todo en la estacada a los saharauis, sino de ser «realistas», de presionar leve y teóricamente a Marruecos (es decir, retóricamente) sobre el respeto a los derechos humanos y pedirle que, al menos un poco, algo que se vea como un gesto, modifique su posición intransigente. Marruecos se acomoda a este modo de ver las cosas y, aunque se revuelva (también retóricamente) contra la manera en que (insisto, teóricamente) Occidente entiende la democracia, propone «la más amplia autonomía» para el Sahara como procedimiento para salirse con la suya y, al mismo tiempo, mantener una relación «relajada», esto es, económicamente rentable, con la Unión Europea y Estados Unidos. Como se vio palmariamente claro durante la crisis de la activista Haidar, Marruecos enarbola también su cooperación en la lucha contra el terrorismo islamista sabiendo que la posición fácil de los demás no sólo le conviene, sino que es más que posible. Ejemplo: la cumbre de Granada este pasado fin de semana.

Hay también una posición difícil, que no supone otra cosa que respetar el derecho a la autodeterminación del Sahara de acuerdo al ordenamiento internacional y a las recomendaciones de la ONU. Una posición que, además, se acomoda mejor que cualquier otra a los derechos humanos de los saharauis aunque sean pocos y pobres. La dificultad consiste nada más -y nada menos- que en la oposición del poderoso y poco democrático Marruecos. Los saharauis, desde luego, van a molestar menos, aunque la dignidad de algunos de ellos en su batalla, de los que conocemos y de los que sabemos, aunque no conozcamos, que sufren la represión, la cárcel y la tortura, mantiene encendida la llama que recuerda la vergüenza de las soluciones fáciles.

Si no otros, España debería saber que la posición difícil, además de más justa, es una obligación derivada de su carácter de antigua metrópolis, asunto que, a pesar de tanta memoria histórica, olvida con pasmosa facilidad, valga la reiteración de la expresión. La memoria histórica, desgraciadamente, parece ser algo que se adecúa a los intereses, y los intereses lo que nos conviene después de constatar quiénes son los poderosos. Pero no oculta la vergüenza, como vergonzoso es este espectáculo de fiesta, el del fin de semana, cuando todos recordamos lo ocurrido con Haidar, es decir, la constatación de la realidad de lo que pretende, y cómo lo pretende, la monarquía y el Gobierno de Rabat.

Germán Yanke

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