jueves, marzo 28, 2024
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Ibarretxe abandona, empieza López

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Juan José Ibarretxe abandona la política y, en consecuencia, su escaño en el Parlamento vasco. Una decisión justa y esperada por causa de su fracaso electoral -tras la derrota electoral de su Gobierno soberanista tripartito-, que se une a otros fracasos recientes como la negociación con ETA, el llamado Pacto de Lizarra, su pretendido Estatuto soberanista y el fallido referéndum sobre la autodeterminación. Aunque el más estrepitoso de sus errores fue el de amparar políticamente a ETA, dividiendo y enfrentando a la sociedad vasca. Se va Ibarretxe, el peor lehendakari de la historia vasca, y llega Patxi López con un discurso claro contra ETA, pero ciertamente naif y poco consecuente por su inútil empeño en mantener una relación angelical con el PNV y, a su vez, ignorar que la lehendakaritza que consiguió ayer se la debe también al PP, partido al que López ninguneó descortesmente a lo largo de su discurso de investidura.

Una esquizofrenia la de López, de gobernar sobre las espaldas del PP como si el PP no existiera, que dio pie a que el peneuvista Egibar le reprochara con razón su doblez cuando le ofrecía la mano al PNV para colaborar en la legislatura que ahora comienza. Más duro aún fue Ibarretxe cuando le dijo a López que «no es de fiar», y le recordó que no es la sociedad vasca la que le lleva al Gobierno de Ajuria Enea, como repetía López con candidez, sino los 13 escaños del PP, lo que constituye una verdad como una catedral a la que López no se quiso referir ni siquiera para agradecer el apoyo del PP, tal y como era su obligación.

Sin embargo, donde López estuvo bien y firme, tanto en su discurso inicial de investidura y en el posterior debate, fue a la hora de marcar distancias con el PNV a propósito de ETA. Ahí Ibarretxe y Egibar quedaron en muy mala situación, y en la peor de las evidencias por su clara connivencia con la banda terrorista y su entorno político. Y aunque en sus palabras sobre el terrorismo López fue claro, faltaron dos alusiones concretas en su discurso: que no habrá más negociación con ETA, y que luchará por expulsar de los ayuntamientos al entorno de ETA que representa ANV.

Tuvo López incluso palabras de elogio para Ibarretxe, más allá de la pura cortesía, ofreciéndole la mano tendida «permanente», incluso antes de que Ibarretxe anunciara su abandono de la política al final de su intervención, una decisión con la que sorprendió a muchos aunque otros la esperaban. López cortejaba al PNV con la misma notoriedad con la que ignoraba al PP, lo que para algunos desconfiados observadores constituía un guiño a los nacionalistas de cara al futuro, sobre todo ahora que Ibarretxe ya está fuera de la escena política vasca. Mientras que al PP López sólo hizo una alusión de pasada en referencia al pacto de mínimos hallado con el PSOE, lo que constituyó una afrenta y una descortesía.

Y bien, o puede que mal, está que el PP haya renunciado a su derecho a ocupar varias consejerías del Gobierno vasco como corresponde en una democracia, pero una cosa es esa generosa actitud y otra el ninguneo de López a Basagoiti y a todo su partido, sin el cual, dicho está, López no podría ni siquiera haber subido a la tribuna de oradores como candidato a lehendakari. Lo que no es buen comienzo y además es una simple ficción porque tarde o temprano López se encontrará con la realidad. De ahí que los populares se hayan sacrificado a favor de la alternancia política en el País Vasco para provocar el cambio y expulsar a Ibarretxe, no sólo de Ajuria Enea sino también de la política, sobre todo si seguimos la lógica de Egibar, según la cual los 13 escaños del PP han llevado a López al cargo de lendakari, pues esos mismos escaños son, en definitiva, los mismos que han echado a Ibarretxe de la política.

Un Ibarretxe que, con su abandono de la política, deja expedito el camino a Urkullu para que proceda a la renovación del PNV y reflexione sobre las causas que les han llevado a la derrota electoral de su coalición soberanista y a su salida del poder después de casi treinta años en Ajuria Enea.

En cuanto a la actuación del PP, por boca de Basagoiti, nada que objetar una vez que renunciaron a la cuota parte que les corresponde del Gobierno vasco, aceptando a título de compensación la presidencia de la Cámara vasca, y es de esperar que también la presidencia de la Diputación Foral de Álava, donde PP y PSOE tienen la mayoría y donde, inexplicablemente, gobierna el PNV, en contra de lo que pregonan en el Parlamento vasco.

En el ámbito del Partido Popular la nota pintoresca y fuera de lugar la puso el omnipresente José María Aznar, diciendo que fue Jaime Mayor Oreja -en todo caso acompañado de Nicolás Redondo Terreros- quien «encendió la antorcha» del cambio político. Pero lo cierto es que Mayor Oreja fracasó, como cierto es que si hoy fuera líder del PP en el País Vasco, en lugar de Basagoiti (un político más dialogante y centrado) el pacto de Mayor -o de María San Gil, que es de su cuerda-, con López hubiera sido imposible. De manera que Aznar se ha vuelto a equivocar y a entrometer, para enredar y ponerse medallas, como si fuera el dueño y señor del PP. Cuando todo el mundo sabe que ha sido Rajoy -presente en la investidura- quien impulsó un giro hacia el centro de esta formación política en el País Vasco, a pesar de la ruidosa intransigencia de los Aznar, Mayor Oreja y San Gil.

Sin embargo y, a pesar de los pesares, hoy empieza en Euskadi un tiempo para la esperanza y la recuperación de las libertades, de la democracia y de la legalidad. Un tiempo de reconocimiento y de homenaje a las víctimas de ETA, como López, Basagoiti y el representante de UPyD lo subrayaron en sus intervenciones, lo que ya es bastante y una pequeña compensación para sus familiares y amigos, que ayer vivieron una jornada muy especial.

Pablo Sebastián

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