viernes, abril 19, 2024
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Aniversario de Carrero

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“España tiene que defender a la Iglesia católica incluso contra los enemigos infiltrados en su seno.”

“Si se pretende que las ‘asociaciones políticas’ sean la tapadera de los ‘partidos políticos’ a eso yo no juego… y sencillamente me marcharía a mi casa.”

Luis Carrero Blanco

En 1972, un Franco casi octogenario y enfermo nombró por vez primera un presidente del Gobierno: el almirante Carrero Blanco. Año y medio después el elegido fue, literalmente, volado por los aires en un atentado de ETA. Sucedió el 20 de diciembre de 1973, hace ahora cuarenta años.

En la memoria, casi todos los magnicidios se acaban anteponiendo al personaje. Su figura quedó aún más brumosa tras la espectacularidad del atentado, la trepidante y confusa actualidad de entonces y la importancia de cuanto finalmente llegó, de manera señalada la muerte del dictador en 1975.

Carrero era un militar de la Guerra, a punto de cumplir setenta años, un burócrata leal a su mentor, sin tribu ni visión más allá, en el criterio ni en el tiempo, de la misión encomendada. Muy poco para nadar en las aguas turbulentas del tardofranquismo, dentro y fuera del Régimen.

No tenía apoyo exterior. Se entrevistó con Kissinger en Madrid sólo un día antes del atentado, y, aunque ofreciera España como retaguardia europea de la OTAN, meses antes se había negado al uso de las bases en apoyo de Israel durante la guerra del Yom Kippur. España mantenía su postura de no suscribir el Tratado de no proliferación de armas nucleares de 1968… Coincidían en el anticomunismo, pero no era el hombre ni podía serlo.

Tampoco lo era para el entorno más cercano de aquel Franco en declive, que se sentían hasta físicamente amenazados. La muerte de Carrero les confirmaría los temores y su influencia hizo presidente, paradójicamente, al  ministro de la Gobernación cuando el atentado: el más “duro” y desconfiado Arias Navarro (Carnicerito de Málaga). Quizá en este contexto se explica la sorprendente frase de Franco en el funeral: “No hay mal que por bien no venga”.

Carrero era un hombre sin apoyos pero con mucho poder en un puesto y momento cruciales. Por ejemplo, a su dependencia fue a parar en 1972, el SECED (Servicio Central de Documentación) de la mano de José Ignacio San Martín, primer organismo de inteligencia español con naturaleza pública, pilar del CESID en 1977.

Aunque el leitmotiv del SECED era la lucha contra la subversión, también condicionaba la vida política. Jano sirve de paradigma: un archivo de informes sobre todo el que fuera o pudiera llegar a ser alguien. La información de Jano decidió nombramientos y se ha escrito que fue utilizada, en1976, para imponer el voto por la reforma política de algunos procuradores franquistas.

La muerte de Carrero favorecía a muchos, lo cual, en principio, no hace culpable a nadie. Pero la observación del atentado y el desinterés por llegar hasta el fondo han dado pie a un reguero de comprensibles incógnitas y fundadas especulaciones.

– Por el lugar, el momento o los medios, pocos creen que aquella ETA fuese capaz de perpetrarlo sola o sin ser neutralizada antes, ni siquiera con la cobertura que, puntualmente, recibió de algunos radicales aislados. Esa versión sólo la ha mantenido ETA.

– La participación de la URSS o el KGB, en el grado que fuera, ha sido sostenida por antiguos miembros del SECED. Tiene su lógica: el enemigo comunista era el referente y, habida cuenta de la cercanía de los servicios españoles y norteamericanos entonces y después, otras hipótesis son inasumibles.

– Una posibilidad más creíble es que quienes tuvieran algo que ver, por acción u omisión, fueran del otro lado, lo que se soporta en diversos factores: la penetración e influencia que ya entonces tenían en España los servicios norteamericanos, el interés geoestratégico de la península en la guerra fría, así como una cierta idea exterior sobre hacia dónde debería encaminarse el sistema posfranquista. Esta línea no puede excluir la participación, o iniciativa de elementos interiores relacionados con ellos.

De cómo se realizó el atentado y las facilidades con que los terroristas contaron para su huida se ha escrito mucho. Algunos enigmas también se han señalado.

– ¿Cómo pudo prepararse y se efectuó el atentado a tan pocos metros de la embajada de Estados Unidos sin ser detectado?

– ¿Por qué José Luis Cortina, durante el consejo de guerra del 23-F, cuando se le preguntó por los coches del CESID cerca del Congreso, espetó: También el día del asesinato de Carrero había coches en la calle”.

– ¿Qué ocurrió aquella noche en la embajada de España en Francia, con Pedro Cortina Mauri de embajador y a continuación ministro de Exteriores en los gobiernos de Arias, parece ser que rechazando las ayudas que se le ofrecían?

– ¿Quién era el hombre que, según se dice, entregó a José Miguel Beñarán (Argala) los itinerarios del almirante, en la cafetería del hotel Mindanao de Madrid?, ¿quién mató realmente a Argala, el único que le conocía, cinco años después?

La verdad del todo casi nunca se llega a saber de nada. Pero sobre aquel magnicidio nos conformaríamos con una verdad suficiente que, seguramente, nos enseñaría muchísimo sobre  la historia reciente de España.

José Luis Mora

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